Dalila Torres y su salvavidas solar en Vegas Arriba
Por Michelle Estrada Torres
La madrugada del 7 de enero de este año, la casa de tres pisos de Dalila Torres Rivera en el barrio Vegas Arriba de Adjuntas se remeneó que parecía que se iba a caer, tal como le pasó a miles de personas en Puerto Rico durante el terremoto de magnitud 6.4.
Sin embargo, su experiencia post temblor fue muy distinta a la de la mayoría de la gente. Aunque su vecindario, como el país entero, se quedó a oscuras inmediatamente, su vivienda siguió prendida.
Ello, gracias al sistema de energía solar que tiene instalado. Las nueve placas y cuatro baterías le sirvieron ininterrumpidamente durante cuatro días y, después de recargarse, continuaron en uso, lo que le permitió asistir a familiares y vecinos, muchos de los cuales tienen problemas de salud.
“Estuvimos dos semanas sin luz, pero al tener el servicio de las placas solares fue mucho más fácil para mí, mis vecinos, mis hermanos, quienes necesitaban guardar medicamentos, darles terapias a los niños y cargar los celulares. Aquí a veces había de ocho a 10 celulares cargándose”, contó la ama de casa adjunteña de 56 años de edad.
La casa de Dalila ubica en la carretera PR-521. Ella vive en la tercera planta junto a su esposo Juan Rodríguez Acevedo, de 60 años y quien es diabético.
En la vivienda de abajo reside su hija menor, Brenda Liz, con su esposo e hijo de siete años. Y en las residencias aledañas viven su madre Mariana Rivera, de 82 años; su hija mayor, Enid Dalila, quien tiene dos niñas; hermanos, cuñadas, sobrinos y primos. En total, hay ocho grupos familiares emparentados.
“Para el terremoto, gracias al servicio de las placas solares, pude ayudar a mi nieto que había que darle terapia para el asma y a mi hermana que es impedida, no camina y usa medicamentos que van en la nevera, y se quedó conmigo dos días. Pudimos guardar los medicamentos de mi esposo y ayudar a los demás, porque nadie aquí tenía luz. También conectamos un televisor en el balcón para poder ver las notocias”, recordó.
Si bien es cierto que durante el periodo posterior a los terremotos su casa sirvió de oasis energético, la realidad es que no tiene que haber una emergencia para que se active la solidaridad.
La inestabilidad del sistema energético en Vegas Arriba, que provoca apagones frecuentemente, hace que la familia toque la puerta del hogar de Dalila para resolver sus necesidades básicas. Atender los asuntos de salud del colectivo es una ventaja altamente apreciada, particularmente en tiempos de pandemia.
“Gracias a tener las placas solares, mi hija y mi nieto que son asmáticos no se han afectado ni en sus terapias ni en sus medicamentos, y hemos podido evitar que tengan que ir al hospital, sobre todo en esta circunstancia de la pandemia”, resaltó.
El origen de las placas
Para contar esta historia, hay que remontarse a septiembre de 2017 cuando el huracán María azotó a Puerto Rico. En esa fecha, el techo de la casa de Dalila estaba construido en madera y zinc.
“Cuando entré a mi casa no tenía techo, perdí todos mis muebles, televisor, gabinetes, yo perdí todo para el ciclón María. En la cocina tenía un gabinete que perdí completito, el juego de comedor, la nevera, la estufa, porque parte del techo voló, pero la otra parte cayó dentro de la casa”, detalló.
“Mi mamá perdió casi todo también porque la casa se le inundó con agua y tierra. A mi hermano la casa se le mojó completa y perdió muchas cosas también. En casa de mi hija, a pesar de que es cemento completa, entró mucho el agua”, agregó.
Dalila y su esposo se mudaron a la segunda planta con su hija y allí estuvieron siete meses.
Tres meses pasaron -en los que no llegó ni un toldo- antes de que pudieran empezar a recoger los escombros y limpiar. Entonces apareció la ayuda del programa Tu hogar renace, a través del cual le proveyeron un generador eléctrico y le construyeron el techo en cemento.
Luego de terminado el techo y completada la instalación eléctrica, la casa estaba habitable, pero todavía no había llegado la luz al barrio. En ese momento, la organización comunitaria Casa Pueblo apareció en escena.
“Luego de nueve meses de estar sin luz viene una señora que se llama Silvia, de Casa Pueblo, y nos ayuda para recibir el servicio de las placas solares. Y como aquí somos muchos, ella nos dijo que cualificábamos para que nos pusieran las placas solares para ayudar a los demás”, señaló.
La organización sin fines de lucro, con base en Adjuntas, lideró un esfuerzo de energización con el sol en residencias de personas con necesidades especiales y comercios que pudieran multiplicar la ayuda en sus respectivas comunidades, libre de costo.
La casa de Dalila se convirtió en uno de 60 “cucubanos”, como se les llama a las residencias energizadas con el sol, ubicados estratégicamente en todos los barrios del municipio para que sirvan de oasis en eventos de emergencia.
De este modo, Dalila tuvo su sistema instalado y recibió la capacitación para operarlo. Diariamente, lo conecta de 10:00 a.m. a 9:00 p.m. y por la noche la casa corre con energía eléctrica provista por la Autoridad de Energía Eléctrica, en una configuración híbrida.
“Nosotros pagábamos $80 mensuales de luz y ahora estamos pagando $35 y $40. Ha sido bien beneficioso tener que pagar menos”, indicó.
El matrimonio planifica adquirir más placas y comprar un congelador para tener espacio suficiente para guardar alimentos de sus parientes cuando requieran la ayuda.
Con alivio, Dalila afirmó que “después de las placas solares todo es más fácil”.
“Me siento tranquila, segura, feliz por tener ese servicio. Le doy muchas gracias a Casa Pueblo por haber sido una de las escogidas, por ayudarme a mí y yo poder ayudar a los demás”, manifestó.
Por Michelle Estrada Torres