por Arturo Massol Deyá, El Nuevo Día, 14/abril/2015
“La Naturaleza no le pertenece a un sector ideológico exclusivo. Son patriotas todos aquellos que la defienden”
Este mes se cumplen 35 años de la autogestión comunitaria de Casa Pueblo. Sería la portada de este periódico, allá para 1980 (“A explotar las minas de cobre”) lo que provocó entonces muchas preguntas. Sus respuestas ameritaron que un pueblo se organizara para defender su patria geográfica. Prometían sacarnos de la crisis, crear empleos y millones en riquezas a cambio de una huella ecológica de 17 enormes cráteres a lo largo de 37,000 cuerdas de terreno entre Adjuntas, Utuado, Lares y Jayuya. Allí nacen importantes cuencas hidrográficas que abastecen a más de 1.5 millones de habitantes. Esa zona ecológica también alimenta acuíferos, agricultura y aguas para uso industrial.
Una sola persona llegó hasta la plaza pública a protestar cuando convocamos nuestra primera concentración. Eran tiempos de persecución política, de carpeteo policiaco, de pánico paranoide contra todo lo que pudiera identificarse como “comunista”, aunque no tuviera que ver.
Tomaría 15 años de gestión, desde 1980 hasta 1995, y una fórmula de trabajo social que suma ciencia, cultura y comunidad hasta lograr el consenso que cerraría las puertas a la minería. Se protestó con conocimiento y afirmación cultural. Se construyó una comunidad con voz propia, sin la mediación de políticos; protestas con propuestas en las que sus proponentes asumían responsabilidad. Esa es la trayectoria de un voluntariado comprometido con el país de todos. La Naturaleza no le pertenece a un sector ideológico exclusivo. Son patriotas todos aquellos que la defienden.
De no haber ido al menos una persona a aquella plaza pública de Adjuntas, a 35 años de esa propuesta minera, los depósitos estarían hoy agotados, los millones de dólares desaparecidos, las tierras aniquiladas y las aguas secas. Si complicado es enfrentar la actual crisis económica y política, imaginemos hacerlo con un territorio destruido.
Hoy existen bosques, manantiales, ríos, agricultura y la posibilidad de que un país tome las riendas de su destino con propuestas para un desarrollo socioeconómico justo. Esa posibilidad existe pues la plataforma geográfica del País mantiene su viabilidad.
Donde hubiera habido rotos mineros, hoy se yergue el Bosque del Pueblo. Donde los mineros hubieran sacado su riqueza, hoy los puertorriqueños hacemos manejo comunitario. Hay más áreas naturales protegidas, más bosques y aguas.
Sequía tendrá el Gobierno, pero propuestas y gestión nos sobran para impulsar nuestro desarrollo. Esa es la gestión comunitaria que supo defenderse de un gasoducto que habría atravesado toda la Isla, o apoyar con estudios y análisis científicos a la isla de Vieques. Construimos el Bosque Escuela, vivimos la autosuficiencia energética con fuentes renovables; la económica con el Café Madre Isla, y tenemos voz propia con nuestra Radio Casa Pueblo. Libertad y felicidad, aun en tiempos de dificultad.
No creemos en la incineración ni en la dependencia de fósiles; tampoco en la subyugación colonial. Creemos en la autosuficiencia, en la agroecología, en la educación que humaniza, en la diversidad que fortalece, en el ingenio boricua, en los estudiantes y profesores de la UPR y otras universidades. Creemos que puede crearse otra realidad. Que la semilla germinada de esa otra realidad, de hecho, ya existe y sirve a nuestra patria desde diferentes acercamientos comunitarios.
Son 35 años y Casa Pueblo es de todos. Mediante escritura pública, se consignó como fideicomiso de los puertorriqueños para su perpetuidad. El 26 de abril celebraremos esta gran victoria en Adjuntas. Celebrar estos 35 años es reafirmar una madurez política, una capacidad de lucha, resistencia y creación de conocimiento para un país más justo, más sostenible, más equitativo y, ojalá que en un futuro, también más libre de sus muchas dependencias.