Arturo Massol Deyá La Perla del Sur, 16/sept./2015
Mientras se “deprimen” tormentas y huracanes, el racionamiento de agua sigue castigando y la deuda pública nos satura de frustraciones, la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) trabaja -bajo el radar- el análisis que guiará las futuras inversiones de capital para infraestructura y otras negociaciones. Por un lado, buscan cómo cumplir con los bonistas mientras por otro montan un “nuevo” rompecabezas energético.
Sabemos que la dependencia de combustibles fósiles para la generación del 99 por ciento de la energía del País representa la fuga de miles de millones de dólares de nuestra economía. Sea en barcos o por un megagasoducto, el problema de fondo sigue siendo el mismo: la dependencia de petróleo, gas natural y carbón.
El proceso de planificación que realiza la AEE es necesario. El problema es que utiliza nuestra ya colapsada lógica energética para restringir el análisis a la misma “cajita” que tiene a la Autoridad quebrada. Las propuestas recogidas en “portafolios” con alternativas de escenarios retan la cordura de quienes buscamos imaginar un futuro distinto para nuestras hijas e hijos.
Tras el último acuerdo entre los acreedores y la corporación, la nueva cuota de endeudamiento público podría sumar otros $5,000 millones muy pronto. Todas las propuestas esbozadas por la AEE nos condenarían a quemar gas en lugar de petróleo, sea privado o de la propia AEE. Incluyen la quema de basura y proponen nuevamente el gasoducto del sur aun si lograran el puerto de gas de Aguirre (al que las comunidades aledañas se oponen). “Por si acaso”, alegan, pues aumenta el “leverage” (poder de negociación), según lee el informe comisionado a la compañía Siemens Industry.
Además, consideran varios gasoductos para el norte con rutas alternas a la de Adjuntas. Aún es incierto quién se queda con qué (generación, distribución…) pero queda claro que se perpetúa la misma dependencia a combustibles que no producimos, cuyos precios no controlamos y cuya quema en centrales termoeléctricas generan los gases que provocan el calentamiento global. Los mismos cuentos de supuestos precios bajos y seremos felices siempre. Esta visión de futuro no es modernización.
Mientras, en Estados Unidos, Barack Obama persigue reducciones de hasta 32% en las emisiones de dióxido de carbono, acá hacen oídos sordos y siguen pensando en quemar combustibles como si fuéramos neandertales del Siglo 20. Presumen que la demanda por energía aumentará aunque tenemos menos gente, menos producción industrial y más estrategias individuales de eficiencia energética en enfriamiento, enseres e iluminación, entre otros. Están tan seguros de la ineficiencia energética del Estado que apuestan a que los municipios no llegarán ni al 1% de mejoría en ahorro energético.
Si, por ejemplo, modernizáramos el alumbrado público con tecnología LED, el pueblo podría economizar unos $70 a $80 millones anuales, reducir emisiones equivalentes a la quema de miles de barriles de petróleo y dejaría de necesitar al menos una unidad generatriz.
El mundo -especialmente las islas- trabajan con metas ambiciosas para la transición hacia energía renovable con mejor aprovechamiento energético y uso de combustibles gratuitos como el sol, el viento y el agua. ¿Por qué no se inserta activamente la AEE en la instalación y operación de placas fotovoltaicas en los cientos de edificios públicos que no pagan y encarecen el costo energético de todos? ¿Por qué no pueden construir un parque fotovoltaico y operarlo en Guayanilla frente a Costa Sur? Esa debe ser la nueva misión de la AEE, caminar hacia la autosuficiencia energética y competir con los “privados”.
Pero no, en lugar de identificar las limitaciones técnicas para definir nuevas formas de control y ejecutar una ruta agresiva, utilizan argumentos para castrar la integración de las renovables y prácticamente limitarlas a un rol terciario. La impresión que destila el plan de la AEE es la de un reordenamiento para cumplir con los bonistas y su agenda. No busca liberar a los abonados de la deuda y deja ver entre sonrisas de buitres la repartición de las diferentes piezas del mismo rompecabezas pero con otro nombre: gas en lugar de petróleo. Combustible fósil por combustible fósil. Con este cuadro, esa nueva AEE que necesitamos no será posible.
Endeudarnos para arrastrar el mismo problema actual hacia un futuro peor? Antihistórico. La AEE parece imposibilitada de ofrecerle a nuestro país un futuro energético. ¿Quién entonces puede hacerlo? Usted, aquél, nosotros, las industrias, comercios y otros que construyan rutas de autosuficiencia energética generando con sol o viento en el punto del consumo. Con una acción acumulativa, quedará sacudido cualquier plan primitivo de negocios. Impulsar cambios para un futuro distinto es posible si asumimos la agenda colectiva de romper la dependencia.
(El autor es doctor en Biología, catedrático de la UPR, director asociado de Casa Pueblo y columnista de La Perla del Sur)
16 de septiembre de 2015